El
corte fue rápido y certero, la sangre salía a borbotones manchando con figuras
extrañas la pared del zulo debido, en
parte, a la mínima luz que daba esa vieja, sucia y desvencijada bombilla. Todo
estaba anegado de un color negro y un aroma dulzón. En su último estertor, dejó
de sangrar. Ya no estaba la vida. (Texto: Claudio D.CH.)
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